(Mi Aleph) |
Y después de tanto uno se
pregunta: es así como se supone que todo termina?
Me encontraba ahí: pálida,
helada, inmóvil.
Los años pasaron como si nada. La
famosa película que la gente que ha estado al borde de la muerte dice ver, si
existe… yo la vi. Vi cosas que hace mucho que no me detenía a ver. Y es que a
veces para huir del dolor presente avanzamos hacia el futuro incierto dejando
atrás el pasado… un pasado que no solo contiene malos recuerdos sino buenos
también… y esos, como dice mi madre, son los que vale la pena recordar.
Los años pasaron rápido, los
recuerdos aun más. Me encontraba sola pero con cierta paz. ¿Vida después de la
vida? ¿Muerte después de la vida? O ¿Vida después de la muerte?. Por un momento
creí que vagaría por recuerdos. No sentía mis manos ni mis piernas, y todo en
mi era silencio. Mi conciencia no me hablaba más y los golpes en el pecho se
habían ido. Estaba sola. Ahí, fue cuando me di cuenta de algo maravilloso:
había llegado adonde muchos temen llegar.
Tenía pensado hacer muchas cosas
ahí, en mi Aleph. Desde niña había maquinado sin fin de actividades por hacer
cuando llegara a este punto. Primero, querría tomarme tiempo para acostumbrarme
al lugar por medio de la observación detenida, luego querría dar un recorrido
por todo aquello, disfrutando el panorama; continuando querría visitar a
quienes tenía mucho de no ver, y aunque no los reconocería, sabría que serian
ellos al sentirlos. Y por último, querría volver…volver a ver a aquellos que se
quedaron allá.
Mi Aleph me daba la oportunidad
de encontrarme con aquellos que ya conocía. Muchas veces hemos escuchado el “no
se sabe lo que se tiene hasta que se ha perdido”. Ese día lo comprobé… lo
comprobé mientras era una con el aire, y me paseaba en los jardines del campo,
ahí frente a mi estaban ellos. Ese par
de ojos que siempre estuvieron llenos de vida… ese día estaban húmedos y
tristes… huecos.
Había mucha gente. Muchos de
ellos, no sabía quiénes eran, pero ahí estaban. Gente que llega por la comida,
otros llegan a hacer compañía y/o estorbo, pero otros están ahí inundados por
el dolor y la duda. Ahí entre ellos, estaban esos ojos y lo que llegue a sentir
fue lo más parecido a la tristeza. Todo era confuso. Me encontraba en tres
planos diferentes: fría e inerte, siendo observadora desde mi Aleph y estaba
ahí, en el aire, sobre y dentro de una caja.
La gente comía, otros lloraban,
otros platicaban… pero esos ojos me miraban. En cada lágrima derramada era mi
rostro el que se reflejaba. Yo me sentía vacía, no sentimientos, no sensaciones,
pero frente a mi estaba ese cuerpo lleno de dolor.
Luego de haber visto la película de mi vida, a pasar a un
estado frio y silencioso, me encontraba varada en mi Aleph, y no era lo que yo
esperaba. De regreso a ese cuarto, ese espacio quieto, no había nada más que
soledad. El frio me abrazaba y no podía moverme más.
Fue bueno recordar pues me hizo
sentir viva otra vez y luego que todo se resumiera a esto, me doy cuenta que
existieron muchas cosas de las cuales me olvidé por completo.
Olvidé apreciar cada pequeño
detalle, olvidé respirar con calma, olvidé pensar más en mí. Olvidé sonreír
más, reír más. Olvidé cuidarme, olvidé quererme, olvidé decir te quiero.
De pronto los minutos que
parecieron horas, se fueron. El calor empezaba a subirme por los pies e iba
inundándome poco a poco de abajo hacia arriba. El cuerpo empezaba a
despertarse. Mis ojos lentamente empezaban a ver de nuevo. Estaba tranquila y
serena.
Había descubierto que no era así
como se suponía todo terminaría.
Sentí leves movimientos…así como
cuando uno se está quedando dormido y de pronto la cama se mueve y uno piensa:
será acaso un temblor?. Pero no, no lo era. Era mi corazón palpitando de nuevo,
latiendo para mí. No me estaba quedando dormida, estaba volviendo a vivir.
Y heme aquí, viva. He vuelto a
sentir, he vuelto a la vida… vida no eterna, pero mía.