Mi Aleph

27/12/12


Y después de tanto uno se pregunta: es así como se supone que todo termina?

Me encontraba ahí: pálida, helada, inmóvil. 

Los años pasaron como si nada. La famosa película que la gente que ha estado al borde de la muerte dice ver, si existe… yo la vi. Vi cosas que hace mucho que no me detenía a ver. Y es que a veces para huir del dolor presente avanzamos hacia el futuro incierto dejando atrás el pasado… un pasado que no solo contiene malos recuerdos sino buenos también… y esos, como dice mi madre, son los que vale la pena recordar.

Los años pasaron rápido, los recuerdos aun más. Me encontraba sola pero con cierta paz. ¿Vida después de la vida? ¿Muerte después de la vida? O ¿Vida después de la muerte?. Por un momento creí que vagaría por recuerdos. No sentía mis manos ni mis piernas, y todo en mi era silencio. Mi conciencia no me hablaba más y los golpes en el pecho se habían ido. Estaba sola. Ahí, fue cuando me di cuenta de algo maravilloso: había llegado adonde muchos temen llegar. 

Tenía pensado hacer muchas cosas ahí, en mi Aleph. Desde niña había maquinado sin fin de actividades por hacer cuando llegara a este punto. Primero, querría tomarme tiempo para acostumbrarme al lugar por medio de la observación detenida, luego querría dar un recorrido por todo aquello, disfrutando el panorama; continuando querría visitar a quienes tenía mucho de no ver, y aunque no los reconocería, sabría que serian ellos al sentirlos. Y por último, querría volver…volver a ver a aquellos que se quedaron allá.

Mi Aleph me daba la oportunidad de encontrarme con aquellos que ya conocía. Muchas veces hemos escuchado el “no se sabe lo que se tiene hasta que se ha perdido”. Ese día lo comprobé… lo comprobé mientras era una con el aire, y me paseaba en los jardines del campo, ahí frente a mi estaban ellos. Ese  par de ojos que siempre estuvieron llenos de vida… ese día estaban húmedos y tristes… huecos.

Había mucha gente. Muchos de ellos, no sabía quiénes eran, pero ahí estaban. Gente que llega por la comida, otros llegan a hacer compañía y/o estorbo, pero otros están ahí inundados por el dolor y la duda. Ahí entre ellos, estaban esos ojos y lo que llegue a sentir fue lo más parecido a la tristeza. Todo era confuso. Me encontraba en tres planos diferentes: fría e inerte, siendo observadora desde mi Aleph y estaba ahí, en el aire, sobre y dentro de una caja.

La gente comía, otros lloraban, otros platicaban… pero esos ojos me miraban. En cada lágrima derramada era mi rostro el que se reflejaba. Yo me sentía vacía, no sentimientos, no sensaciones, pero frente a mi estaba ese cuerpo lleno de dolor.

Luego de haber  visto la película de mi vida, a pasar a un estado frio y silencioso, me encontraba varada en mi Aleph, y no era lo que yo esperaba. De regreso a ese cuarto, ese espacio quieto, no había nada más que soledad. El frio me abrazaba y no podía moverme más.

Fue bueno recordar pues me hizo sentir viva otra vez y luego que todo se resumiera a esto, me doy cuenta que existieron muchas cosas de las cuales me olvidé por completo.

Olvidé apreciar cada pequeño detalle, olvidé respirar con calma, olvidé pensar más en mí. Olvidé sonreír más, reír más. Olvidé cuidarme, olvidé quererme, olvidé decir te quiero.

De pronto los minutos que parecieron horas, se fueron. El calor empezaba a subirme por los pies e iba inundándome poco a poco de abajo hacia arriba. El cuerpo empezaba a despertarse. Mis ojos lentamente empezaban a ver de nuevo. Estaba tranquila y serena.

Había descubierto que no era así como se suponía todo terminaría.

Sentí leves movimientos…así como cuando uno se está quedando dormido y de pronto la cama se mueve y uno piensa: será acaso un temblor?. Pero no, no lo era. Era mi corazón palpitando de nuevo, latiendo para mí. No me estaba quedando dormida, estaba volviendo a vivir.

Y heme aquí, viva. He vuelto a sentir, he vuelto a la vida… vida no eterna, pero mía.

Así...

5/10/12


Su sonrisa es tan sublime como su nombre y su ausencia. Lo amo en lo unánime, y aunque él no lo sepa, cuando me veo en sus ojos él lo sabe. Tiene el no sé qué que me pone mal y me pone bien, es el factor x que no puedo describir, es eso, así de simple. 

Me encanta verlo, aunque no diga nada, aunque no haga nada, aunque no me vea, pero yo verlo a él, observarlo detenidamente y adorar las comisuras de su boca que se tornan lado a lado haciendo una especie de hamaca en la cual podría dormirme escuchando su voz... esa voz, tan suave y ronca, propia de un hombre de su edad… como me encanta escucharlo hablar, que se acerque a mi oído y me susurre palabras llenas de sentimientos muy bien escondidos, jugando un juego el cual sólo ambos sabemos jugar  (me encanta que se traben las palabras cuando hablo de él).

Amo su desnudez, esa que se impone ante mí en nuestros momentos de oscuridad, esa que saca a relucir cuando sabe que no hay nadie más en el mundo que nosotros dos y un puro pero secreto sentimiento de amor. Adoro su cabello largo, su nariz tan perfecta, sus orejas, el color de su piel canela... lo adoro hasta la punta de los pies. Su pestañear y su respirar, la forma en que me mira, amo esos sus labios tan disparejos y acolchados, uno más grande que el otro, perfecta simetría con mi boca. 

Me encanta la suavidad con la que se mueve al caminar, me tranquiliza ver su figura andar. Que me rodee con sus brazos acunándome en sueños  infinitos, creando fuegos en mi interior, haciéndome suspirar con su olor. Me llena de paz su mirada serena, su siempre sonrisa sincera, y sobre todo me encanta que leas esto aun manteniendo esa sonrisa en tu rostro, porque sabes muy bien que hablo de ti. 

Me encantas.

Estimado Sr. Futuro:

12/9/12
(Eduardo Galeano, escritor y periodista Uruguayo)

De mi mayor consideración: Le estoy escribiendo esta carta para pedirle un favor. Usted sabrá disculpar la molestia. No, no tema, no es que quiera conocerlo. Ha de ser usted un señor muy solicitado, habrá tanta gente que querrá tener el gusto, pero yo no.

Cuando alguna gitana me atrapa la mano, para leerme el porvenir, salgo corriendo a la disparada antes de que ella pueda cometer semejante crueldad. Y sin embargo usted, misterioso señor, es la promesa que nuestros pasos persiguen queriendo sentido y destino.

Y es este mundo, este mundo y no otro mundo, el lugar donde usted nos espera. A mí, y a los muchos que no creemos en los dioses que nos prometen otras vidas en los lejanísimos hoteles del Más Allá.

Y ahí está el problema, señor Futuro. Nos estamos quedando sin mundo. Los violentos lo patean, como si fuera una pelota. Juegan con él los señores de la guerra, como si fuera una granada de mano; y los voraces lo exprimen, como si fuera un limón. A este paso, me temo, más temprano que tarde el mundo podría no ser más que una piedra muerta girando en el espacio, sin tierra, sin agua, sin aire y sin alma. De eso se trata, señor Futuro.

Yo le pido, nosotros le pedimos, que no se deje desalojar. Para estar, para ser, necesitamos que usted siga estando, que usted siga siendo. Que usted nos ayude a defender su casa, que es la casa del tiempo. Háganos esa gauchada, por favor. A nosotros y a los otros: a los otros que vendrán después, si tenemos después.

Lo saluda atentamente,

Un Terrestre.
Eduardo Galeano

Casi un año y $1.60

31/8/12

Que aburrimiento. Una taza de café es lo único que me acompaña en esta tarde. Aquí sentada en una cafetería, frente al hospital donde decenas de pequeñas criaturas nacen día a día, dejo morir mis ideas. 

Pienso y busco el instante aquel donde te encuentro en un mar de caras. Sentir de nuevo la desesperación con la cual te busco entre todos, hundida en sentimientos encontrados, como quien no quiere la cosa aunque la desea, como el que es advertido: no lo hagas, aun así lo hace, sabiendo lo que va a pasar. Y de pronto, ¿qué pasa? Creo verte, sabiendo que no debería, porque tu presencia alborota las mareas y no hay más que tempestades, y una vez inicia una no puedo detener la siguiente, hasta que me veo ahí… con el agua al cuello y me digo: lo que me he buscado a pesar de que no sé nadar en aguas profundas.

(Una señorita se acerca a retirar la bandeja con mi taza vacía… hoy si me encuentro totalmente sola… mente rodeada de miradas de duda).

El poder del pensamiento es infinito, dicen por ahí, tanto que siento que puedo invocarte y traerte a mí… ¿Y si se me cumple? ¿Qué haré cuando te vea? ¿Quiero solo verte o quiero conversar contigo?... Llego a un punto en que todo esto deja de tener sentido. Veo los buses pasar, esos que se dirigen a dónde vives. Los veo y te busco, sabiendo que no estás ahí… Tu estas allá y yo aquí. Mi pensamiento no te trajo a ningún lado más que a mi cabeza y a este escrito, Las historias con final infeliz siempre quedan inconclusas porque el vacio no es un cierre de ciclo, por eso me paso extrañando ausencias. Ni hablar de ti, ni buscarte o verte solucionaría lo ocurrido. Lo que tenemos que vivir para aprender, cariño mío.

Tú allá y yo aquí. ¿Cuándo iremos a asimilarlo? El corazón no siente mejoría, y es así, una constante rutina, un círculo vicioso, un sinfín de horas de espera, esperando nada. 

Una historia, enseñanzas, tristezas, alegrías, pensamientos y un amor que vuela en un cielo infinito.

Son las 3:50 pm y sigo aquí viendo el mar de caras, añorando, soñando ver la tuya… para acercarme a ti, verte a los ojos y en una mirada decirte lo fuerte que me latía tu corazón, luego caminar… buscando la salida de esta cualquier cafetería, pues es tarde y la espera terminó. 

Casi un año y $1.60 me costo este escrito. 

He aquí mi despedida a ti.

La nube en pantalones

1/7/12
(Vladimir Maiakovski)



 A vuestros pensamientos que sueñan
sobre sus sesos reblandecidos como un gordo lacayo
sobre un sofá grasiento quiero irritarlos
con un jirón sangriento de mi corazón,
me burlaré hasta hartarme, mordaz y atrevido.

 ¡No tengo en el alma ni una sola cana
ni tampoco hay en ella ternura senil!
Ensordeciendo al mundo
con el poder de mi voz avanzo hermoso,
con mis veintidós años de existencia. 

¡Los delicados
tocan el amor con tiernos violines!
Pero el rudo se sirve de timbales.
Prueben, como yo,
a darse vuelta como un guante y ser todo labios.
Salga a aprender
desde su sala de batista
la ceremoniosa funcionarla de liga angelical.

Y también la que hojea en silencio sus labios
como una cocinera un libro de recetas.

Si lo desean
comeré carne hasta ponerme rabioso
-y, como el cielo, mudaré de tonos-; si lo desean
seré impecablemente tierno.
No un hombre,
¡sino una nube en pantalones!

No creo que exista una Niza florida.
Por mi conducto otra vez serán loados
todos los hombres que yacen como un hospital
y todas las mujeres gastadas como un refrán.

Extraño tus ausencias para poder extrañarte...

17/6/12
Extraño ser yo quien te despierte por las mañanas.
Extraño la sensación que las yemas de tus dedos dejaban al recorrer mi espalda.
Extraño tus labios que apaciguaban e iniciaban incendios de bellos carmines en mi boca.
Extraño tu mirada… tus ojos llenos del más infinito deseo puro…. Extraño tu esencia y tu aroma… como te extraño…

Como extraño los paseos por los jardines de los sueños… las largas caminatas por los senderos de las ilusiones, las bellas pláticas sobre los anhelos futuros… caminando, siempre caminando uno a uno…

Como echo de menos tu voz, que me hagas reír, que me hagas sentir cosas que siempre había querido sentir…

Como extraño tus ausencias para poder extrañarte… extrañar el que me hagas ir con una caricia a Marte y luego despierte en tus brazos en Venus… que fácil me era amarte…

Extraño verte durmiendo a mi lado, donde la mente descansa construyendo un mundo de amor, un mundo de sueños e ilusiones, de fuegos y pasiones, de esperanzas y locuras, de silencios y canciones… los anhelos yacen en nuestra conciencia y solamente cuando abres tus ojos a la luz de un nuevo día, veo escapar mi vida a través de tus ventanas a mi mundo… a nuestro mundo…

Bajo una pequeña estrella

6/5/12
(Wislawa Szymborska, 1923 - 2012)

Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado
      por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo
      el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco
      de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño
      a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas
      respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos,
      cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica
porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.